La cara bonita del Volkswagen Escarabajo y Hitler

No creo que para los amantes del automovilismo haya que profundizar en la historia de su nacimiento, pero que más da, si el blog está para eso.

 

Al principio de la década de los años 30, al instaurarse el Tercer Reich alemán, un ya casi quebrado empresario automotriz, quien había caído en desgracia por un mal negocio cerrado con la filial de la Fiat alemana (NSU), se disponía a clausurar las puertas de su empresa y volver a su ciudad natal, esta vez a mover bueyes. Ese hombre llamado Ferdinand Porshe (sí, el fundador de la casa Porshe), antes de dejarlo todo, decidió participar en un concurso lanzado por el Partido Nacional Socialista que buscaba crear el primer auto del pueblo o Volks Wagen. Entre las principales características de este auto se pedía  que fuera barato (que no superara el precio de los 1000 marcos), llegara a la inédita velocidad de 100 kms/hora, fuera muy sencillo de mantener, que pudiera movilizar 2 adultos y tres niños en un espacio reducido y tuviera un rendimiento superior a los 11 kms/lts. Y lo más importante para la época: estas especificaciones las escribió de puño y letra el mismísimo Hitler.

 

Porshe hizo lo suyo y presentó su proyecto, un automóvil horrible, gordito, negro y con un motor revolucionario, enfriado por una turbina de aire y una disposición que luego de los años lo convirtió en una norma de la casa Porshe: el motor Boxer.

 

Mientras a Hitler ya se le estaban viendo ciertos tics en la cara mientras gritaba y babeaba en los estrados, mientras la ciudadanía teutona chorreaba de un éxtasis casi demoníaco y caminaban tiesos por las calles con los brazos extendidos, Porshe ganó la licitación, los Nazis le construyeron su fábrica y él comenzó con la operación de construcción de los primeros modelos. Eso sí con una pequeña y a la vez gran modificación.

 

Hitler consideró que el auto del pueblo debía ser más agradable, amistoso y llamativo que la idea de Porshe, especialmente si estaba pensado para la familia. Por eso y ayudado por sus dotes de artista frustrado (claro porque Adolf quiso ser pintor y tras la burla y luego sádicos abusos físicos de su padre al saberlo, decidió que era mejor meterse a la política), Hitler le cambió la cara al auto, modificando su rostro de algo redondo y amorfo a una verdadera carita feliz, que es la principal característica del Escarabajo hasta el día de hoy. Y no sólo eso, junto con diseñadores, agrandaron las ventanas y alargaron algunos centímetros el modelo para que quedara algo más deportivo.

 

Tras retrasos por parte de Porshe en el sistema de difusión y comercialización del auto, el 26 de mayo de 1938, Hitler intervino y se propuso hacer caminar el proyecto.   En una ceremonia que atrajo a unas 75 mil personas y 150 reporteros, inauguró la fábrica que estaría bajo la administración del Frente del Trabajo.   La organización del Partido Nacional Socialista "Fuerza de la Alegría", que se encargaba de brindar esparcimiento y turismo a los trabajadores alemanes, fue encargada de administrar las ventas.   Hitler declaró que el nuevo modelo de automóvil sería llamado "KdFwagen" que provenía de "Kraft durch Freudey" o "Fuerza por la Alegría", el nombre de la organización partidista.  La ciudadela donde se encontraba la fábrica y que alojaría a los trabajadores fue bautizada KdFstadt.   La puesta en marcha de la fábrica quedó fijada para septiembre de 1939.

 

Tras la loca idea de invadir Polonia y meter a los estirados germanos en la Segunda Guerra Mundial, la planta comenzó a fabricar vehículos de transporte militar y sólo algunas unidades de Escarabajo salieron para ser usados por funcionarios del gobierno y amigos del partido. Para el final de la guerra, Porshe cayó preso por ayudar a los alocados nazis, perdió sus derechos sobre el auto y quedó en evidencia  que sólo se habían fabricado 630 unidades (para fines de 1946 casi 10 mil), cifra muy por debajo de las decenas de miles de trabajadores alemanes quienes por años pagaron 5 marcos alemanes por semana y llenaron una cartilla con estampillas, la que al estar completa les permitiría cobrar su auto que nunca llegó.

 

“El auto de Hitler” como fue conocido en Europa no fue recibido en ninguna parte y los aliados tampoco quisieron quedárselo, como si lo hicieron con el 99,99% de la tecnología y maquinaria alemana. El hecho fue como un “quédense con su auto y hagan lo que quieran con él”. Gracias al plan de reconstrucción y por la visión de Heinrich Nordhoff, quien asumió la presidencia de la empresa el 1 de enero de 1948 y, apoyándose en el Plan Marshall, organizó la red de distribución y posventa, tanto en Alemania como en el resto de países importadores, e inició una expansión que llevaría a Volkswagen a convertirse en el mayor fabricante europeo. Al año siguiente, se exporta a los Estados Unidos, que a la postre se convirtió en un importante mercado para este vehículo. El éxito fue llegando de forma paulatina para un modelo que mantenía la filosofía de sus inicios de ser barato, robusto y sencillo de mantener, por lo que siempre ha tenido una gran acogida en los países en desarrollo. El 5 de octubre de 1952 se fabrica la unidad 250.000 y sólo nueve meses más tarde se produce la número 500.000, coincidiendo con el establecimiento de la marca en Brasil, primera filial fuera de Alemania. El resto ya es historia.

 

Y así fue. Gracias al dictador más sanguinario (perdón, Stalin creo que ganó por varios millones más). De nuevo: gracias al dictador más famoso de toda la historia mundial, el VW Escarabajo se hizo popular gracias a su diseño y cara de sapito sonriente, el cual fue trazado por la pluma personal de Adolf Hitler

 

Para no creerlo.

 

Nota redactada con información de El Mundo España, Exordio.com y PortalMundos.com

 

 

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