Ha pasado más de un mes desde que Alan Parsons y su grupo visitó Chile. Sólo algunos tuvimos la suerte de verlo y apreciarlo en vivo, y de lo que quedó en el aire esa noche durará posiblemente para siempre en el recuerdo de muchos.
El concierto que duró casi dos horas, se paseó por toda la carrera de Parsons y Woolfson, casi tan estructuradamente como lo es su disco de grandes éxitos de 1997 (The Definitive Collection). Tocaron todo lo que debían tocar y dejaron fuera lo que había que dejar. El grupo compuesto esta vez por músicos talentosos, de bajo perfil, pero con un gran currículum, estaba comandado por el a veces exagerado pero correcto cantante estadounidense P.J. Olsson, el baterista Steve Murphy (la verdadera revelación de la noche), el connotado guitarrista Godfrey Townsend, el tecladista Manny Focarazzo y el carismático y amable bajista John Montagna.
Tal como ha sido una tónica de Parsons durante toda su carrera como líder de su propio proyecto, la combinación de los músicos que acompañan sus giras y sus actuales álbumes claramente es el fuerte de cada experiencia. Si bien cada uno de ellos tiene sus fortalezas y debilidades en escena, el conjunto como un todo mostró un tremendo profesionalismo, una sinergia única, gran acople, cero fallas de coordinación y como no, una de las mejores amplificaciones que se haya escuchado en Chile. No por algo Parsons vino con un grupo de más de 15 ingenieros graduados en sonido, quienes fueron los “culpables” de lograr que un concierto en vivo se escuchara como una sesión de grabación en estudio.
Olsson mostró un gran histrionismo en el escenario, tal vez demasiado para las a veces calmadas, orquestadas y tremendamente profundas canciones de Parsons. Pero esa verdadera dicotomía o quiebre permanente que le daba Olsson al concierto es justamente lo que hace que el recital fuera una experiencia inolvidable y no un “Sessions at West 54th”. Sobre sus hombros descansó la responsabilidad de hacer olvidar la melódica, inquebrantable y fuerte voz de Eric Woolfson, quien fue el responsable de los mejores éxitos de Parsons durante 2 décadas: Time, Don’t Answer Me, o The System Of Doctor Tarr and Professor Fether. Sus saltos sobre el escenario, su comunicación con el público y una facha de superstar hizo olvidar a los treintones, cuarentones y cincuentones que estábamos en el recital para “adultos jóvenes” y en vez de eso, hizo sentir que el concierto se acercaba más a la energía que despierta cualquier agrupación de moda. Su exceso de energía a veces le jugó en contra, especialmente en notas demasiado altas y profundas, donde en un par de oportunidades se quedó sin aire, pero eso es parte de un recital en vivo. Hasta Bono desafina a veces.
John Montagna fue otra grata sorpresa. Si bien le tocó interpretar dos canciones, una de ellas Days Are Numbers, su tono de voz y su tranquilidad única hizo que muchos se fijaran en su maestría de cómo manejaba el bajo. La sorpresa de la noche sin lugar a dudas fue Steve Murphy. Extraordinario al comando de las baquetas, virtuoso en los acordes y con una voz impresionante. Un digno sucesor de Lenny Zakatek, quien marcó prácticamente el 80% de los mejores álbumes de Alan Parsons y a quien se le caracterizaba por una voz de alto registro y fuerza inigualable. Canciones como Breakdown o Psychobabble fueron experiencias únicas que el público agradeció con más que encendidos aplausos de pié sobre sus sillas. Sencillamente lo mejor de la noche.
De Townsend nada que decir excepto que sus años de oficio tocando junto a grandes bandas que incluyen a Pink Floyd y al Pearl Jam lo avalaron para su show personal, que hizo que los algo empaquetados asistentes terminaran enloquecidos con sus constantes solos que se salieron de madre, y en buena onda. Focarazzo, lamentablemente tuvo un papel secundario. Un gran virtuosismo pero su protagonismo y su ubicación un poco alejada del centro de atención del escenario dio la sensación que estaba allí pero nada más. Si tuvo algunas salidas que también demostró el porqué estaba ahí.
Parsons y su grupo mostraron la vigencia de su música y la manera en cómo puede seguirse transmitiendo a nuevas generaciones. Su grupo que no superaba el promedio de los 40 años, se vio más que feliz tocando. Exudaban alegría y comodidad al interpretar cada una de las canciones que ya a los 15 minutos de recital, habían logrado desempolvar las chaquetas y corbatas de los que estábamos sentados. Finalmente tras la última canción tocada en el bis, Games People Play, la gente definitivamente se abalanzó sobre el escenario. Parsons, un hombre grande, gordo, viejo y excesivamente poco carismático mostró sus ojos brillosos de emoción y agradecimiento al ver que aún tiene seguidores incondicionales que aman a su música y de paso a él, quien claramente es el culpable de haber compuesto notables obras musicales que han sido parte de la bitácora histórica de la música mundial.
Tras el recital, tuve la suerte de estar con mi novia en la trastienda del Teatro Teletón, al que llegaron 1500 fanáticos que repletaron el recinto. Tras dos horas de espera, Parsons tuvo tiempo para conversar con los que lo esperábamos afuera, al igual que todo su grupo. Townsend tuvo la gentileza de regalarle a María José una de sus uñetas de acrílico, el cual estaba diseñada con un color azul holográfico y que en una cara decía “Alan Parsons Live Project Tour 2005” y por la otra su nombre y firma. Yo por mi parte tuve la suerte de estrecharles la mano a todos los integrantes de su banda y conseguir sus autógrafos para uno de mis discos. Montagna, Townsend y Murphy se sintieron agradados y sorprendidos por la calidez y el agradecimiento de los que estábamos ahí para decirles “good work boys”. ¿Y Parsons? Bueno, no fui capaz y tal vez no quise tocarle la mano, solo una palmadita en su brazo mientras lo miraba a los ojos para decirle “gracias por visitar mi país y tocar para nosotros”. Y claro, no quería que mi ídolo, mi semidios viviente de la música inteligente terminara siendo un mortal más. Tal vez quería que siguiera siendo en mi mente un verdadero mito o misterio. Tal vez no quería que fuera un hombre común, sino un recuerdo de alguien inalcanzable en mi memoria que está por sobre la temporalidad y que se mantiene en el recuerdo de la historia musical de mi vida. Gracias a Dios y al regalo de mi novia que pude estar con él, conversar con él, y tener su firma en mi disco más preciado. Sólo es de esperar que nuevamente baje del Olimpo Musical para que nos deleite nuevamente y si eso es así, prometo estar nuevamente en primera fila como lo fue esta vez.
Para más detalles, en este blog podrás escuchar las mejores piezas de Parsons, sólo haciendo un clic los vínculos de la portada al lado izquierdo y también, podrás apreciar fotografías del recital en mi álbum de fotos.